Catequesis sobre la Mediación Universal de Nuestra Señora. Día tercero

María Santísima cooperó en nuestra salvación

El Padre Suárez dice que “María cooperó en nuestra Salvación en tres formas: primero, por haber merecido, por un mérito de congruencia o aptitud, la Encarnación del Verbo; segundo, por haber orado continuamente por nosotros mientras vivía en este mundo; tercero, por haber ofrecido voluntariamente a Dios la vida de Su Hijo para nuestra salvación."

Por esta razón, Nuestro Señor decretó con justicia que, así como María Santísima cooperó en la salvación de los hombres con tanto amor, y al mismo tiempo dio tanta gloria a Dios, así todos los hombres deberán obtener su salvación a través de la intercesión de María Santísima.

María Santísima es llamada “cooperadora en nuestra justificación”, pues fue a Ella que Dios confió todas las Gracias que nos son destinadas; y es por eso que San Bernardo afirma: “Todos los hombres, pasados, presentes, y que vendrán, deben elevar los ojos hasta María Santísima, como el medio y la negociadora de la salvación en todos los tiempos”.

Jesucristo dice que nadie puede encontrarse con Él a menos que el Padre Eterno primero lo atraiga por medio de la Gracia divina: “Nadie puede venir a mí, si el Padre…no le atrae” (Juan 6:44) 

Así también Jesús se dirige a Su Madre, dice Ricardo de San Lorenzo: “Nadie viene a Mí sin que Mi Madre en primer lugar lo atrae por sus oraciones”. 

Jesús es el fruto de María Santísima, tal como Santa Isabel Le dijo: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”. (Lucas 1:42) Así, pues, quien desea el fruto debe ir al árbol; quien desea a Jesús debe ir a María; y quien encuentra María encontrará Jesús, seguramente.

Cuando Santa Isabel vio que la Bienaventurada Siempre Virgen María había ido a su casa para visitarla, no sabiendo cómo agradecerle y llena de humildad, exclamó: ¿“De donde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme? ¿Pero cómo se entiende esto? – preguntaremos – ¿No sabía ya Santa Isabel que no era sólo María, sino también Jesús, que había entrado en su casa? Entonces ¿por qué es que ella dice que no es merecedora de recibir la Madre, en vez de, antes, declararse no merecedora de recibir el Hijo que había venido a visitarla? Es porque Santa Isabel sabía muy bien que, cuando María Santísima viene, trae Jesús consigo, invariablemente. Y, por lo tanto, era suficiente agradecer a la Madre, sin mencionar el Hijo.

“Ella es como la nave de un comerciante que trae de lejos el sustento”. (Prov. 31:14) La Bienaventurada Siempre Virgen María era esa nave afortunada que del Cielo nos trajo Jesucristo, Él que es el Pan Vivo que descendió del Cielo para darnos la Vida eterna, como Él mismo afirma: “Yo soy el pan vivo, que he descendido del cielo. Quien comiere de este pan, vivirá eternamente”. (Juan 6:51)

Y por eso dice Ricardo de San Lorenzo que “en el mar de este mundo se perderán todos los que no fueron recibidos a bordo de este barco; esto es, todos los que no estuvieron protegidos por María Santísima” y entonces añade: “Siempre cuando nos vimos en peligro de perecer en el medio de tentaciones y de pasiones en conflicto de esta vida, recurramos a María Santísima, y gritemos sin demora: ¡“Señora, ayúdanos! ¡Sálvanos, si Tú no quieres que perezcamos”!

San Bernardo dice que, tal como nosotros no vamos al Padre Eterno a menos que a través de Jesús, también no vamos a Jesús a menos que a través de María Santísima. “Por Ti, nosotros vamos al Hijo, Oh Bienaventurada dispensadora de la Gracia, portadora de la vida, y Madre de la Salvación, para que Lo podamos recibir a través de Ti, por medio de Quien Él nos fue dado”. 

Es ésta la razón, presentada por San Bernardo, por la cual Nuestro Señor determinó que todos tenemos que ser salvados por la intercesión de María Santísima y, por lo tanto, el la llama Madre de la Gracia y de nuestra salvación.

Santa María Mediadora de la Salvación, ruega por nosotros. Amén.

Catequesis sobre la Mediación Universal de Nuestra Señora. Día segundo

La intercesión de María Santísima es necesaria

El Padre Suárez concluye que es el sentimiento de la Iglesia universal “que la intercesión y las oraciones de María Santísima son, encima de las de todos los otros, no sólo útiles sino necesarias”. Necesarias, de acuerdo con, lo que ya dijimos, no una necesidad absoluta, porque sólo la mediación de Jesucristo es absolutamente necesaria, pero con una necesidad moral; porque la Iglesia cree, con San Bernardo, que Dios determinó que ninguna Gracia sea concedida de otro modo que no sea por las manos de María Santísima. 

“Dios quiere”, dice el Santo, “que no tengamos nada que no haya pasado por las manos de María Santísima”; y, antes de San Bernardo, ya San Ildefonso había afirmado lo mismo, dirigiéndose a la Santísima Virgen en los siguientes términos: 

“Oh María Santísima, Dios decidió confiar todos los dones que Él destinó a los hombres a Tus manos, y por lo tanto, Te confió todos los tesoros y riquezas de Gracia”. 

Y por eso San Pedro Damián comenta “que Dios no se haría hombre sin el consentimiento de María Santísima; en primer lugar, para que nosotros nos sentamos una deuda de grandes obligaciones para con Ella; y en segundo lugar, para comprender que la salvación de todos nosotros es dejada al cuidado de esta Bienaventurada y Siempre Virgen”.

Por ello...
Para encontrar a Jesús rezad a María Santísima

San Buenaventura, sobre las palabras del profeta Isaías, “Y saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz se elevará una flor. Y reposará sobre él el Espíritu del Señor”, (Is. 11:1), hizo un hermoso comentario diciendo: 

“Quien desea las siete Gracias del Espíritu Santo, deba procurar la flor del Espíritu Santo en el tallo”. O sea, por Jesús en María Santísima, “Porque por el tallo encontramos la flor, y por la flor encontramos a Dios”. 

Y en el duodécimo capítulo de la misma obra, añade: “Si deseas poseer esta flor, dobla el tallo que tiene la flor, por la oración, y así la obtendrás”. 

El Padre Seráfico, en su sermón de Epifanía sobre las palabras de San Mateos, “Encontraron el Niño con María, Su Madre”, (Mateo 2:11), nos recuerda que si deseamos encontrar a Jesús, tenemos que encontrarlo con María Santísima. Podemos concluir, entonces, que buscaremos en vano a Jesús, a menos que lo busquemos con María. 

Y así San Ildefonso dice: “Deseo ser el siervo del Hijo: pero como nadie lo será sin servir a la Madre, por esta razón deseo entregarme al servicio de María Santísima”.

San Bernardo dice que, “tanto como un hombre y una mujer cooperaron en nuestra ruina, era apropiado que otro hombre y otra mujer cooperasen en nuestra redención, y Ellos son Jesús y Su Madre, María Santísima. No hay duda”, dice el Santo, “que Jesucristo era, por Sí sólo, más que suficiente para redimirnos. Pero era en efecto apropiado que ambos los sexos trabajasen juntos para reparar el mal que ambos los sexos habían causado”. Por lo tanto, San Alberto el Grande llamó a María Santísima la “Ayudadora de la Redención”. 

La Santísima Virgen reveló a Santa Brígida que, “tal como Adán y Eva vendieron el mundo por una maza, así Ella lo redimió con Su Hijo, de cierta manera con un solo Corazón”. Esto es confirmado por San Anselmo, que dice que “aunque Dios pudiese crear el mundo a partir de la nada, cuando él se perdió a causa del pecado, Él no quiso reparar el mal sin la cooperación de María Santísima”.

Santa María Mediadora de la Salvación, ruega por nosotros. Amén.

Catequesis sobre la Mediación Universal de Nuestra Señora. Día primero

La intercesión de María Santísima es necesaria para nuestra salvación

Esta catequesis sobre la necesidad de la intercesión de María Santísima para nuestra salvación es tomada de una sección de un capítulo de Las Glorias de María, libro de San Alfonso María de Ligorio. 

El extracto prueba que la intercesión de María Santísima también es necesaria para la salvación. Y decimos necesaria, no absolutamente, sino moralmente. 

Todas las gracias nos son dadas por las manos de María Santísima

Un escritor antiguo, probablemente San Sofronio, en un sermón sobre la Asunción de Nuestra Señora publicado con las obras de San Jerónimo, dice que “la plenitud de la Gracia que está en Jesucristo vino sobre María Santísima, aunque de un modo diferente”; es decir que Nuestro Señor es como la Cabeza, de quien los espíritus vitales (o sea, el auxilio divino para obtener la salvación eterna) fluyen a nosotros, que somos los miembros de Su Cuerpo Místico; y que la misma plenitud está en María Santísima, como siendo el cuello, por lo cual pasan esos espíritus vitales a los miembros. 

La misma idea es confirmada por San Bernardino de Siena, que explica esto más claramente, diciendo que “todas las Gracias de la vida espiritual que descienden de Cristo, la Cabeza, a los fieles, que son Su Cuerpo Místico, son transmitidas por la mediación de María Santísima”. 

El mismo San Bernardino intenta atribuir una razón para esto, al decir que “tal como Dios se dignó habitar en el vientre de la Virgen Santísima, Ella adquirió, por así decir, una especie de jurisdicción sobre todas las Gracias; porque cuando Jesucristo dejó Su santísimo vientre, todos los corrientes de dones divinos fluyeron de Ella como de un océano celeste”.

En otro lugar, repitiendo la misma idea en términos más distintos, él reitera que “a partir del momento en que esta Virgen Madre concibió el Verbo Divino en Su vientre, Ella adquirió una jurisdicción tan especial, por así decir, sobre todos los dones del Espíritu Santo, que desde entonces ninguna criatura recibió de Dios ninguna Gracia de otro modo que no fuese por las manos de María Santísima”.

Otro autor, en un comentario a un pasaje de Jeremías, en que el profeta, hablando de la Encarnación del Verbo Eterno y de María Santísima, Su Madre, dice que “una mujer abarcará un hombre”, – señala que – “así como no se puede diseñar una línea a partir del centro de un círculo que no pase por la circunferencia, también no hay Gracia que procede de Jesús, Que es el centro de todo el bien, sin pasar por María Santísima, Que Lo abarcó cuando Lo recibió en Su vientre”.

Dice San Bernardino que es por esa razón que “todos los dones, todas las virtudes y todas las gracias son dispensadas por las manos de María Santísima para quien, cuando, y de todo modo que Le es agradable”. 

Ricardo de San Lorenzo afirma también “que es la voluntad de Dios que todas las cosas buenas que concede a sus criaturas pasen por las manos de María Santísima”. 

Y así, el Venerable Abad de Cellas exhorta a todos que recurran a “este Tesoro de Gracias” (él así llama Nuestra Señora); porque el mundo y toda la raza humana deben recibir todo el bien de que tenga esperanza a través de Ella sólo. “Dirigidos a la Santísima Virgen” – dice él; “porque por Ella, y en Ella, y con Ella, y de Ella, el mundo recibe, y recibirá todo lo bueno”.

Ahora, debe ser evidente para todos nosotros que, cuando esos Santos y esos autores afirman, en aquellos términos, que todas las Gracias nos vienen a través de María Santísima, no quieren decir simplemente que nosotros “hemos recibido a Jesucristo, fuente de todo lo bueno, a través de María Santísima”, como el escritor que nombramos pretende; sino que ellos nos aseguran que Dios, que nos dio Jesucristo, quiere que todas las Gracias que fueron, son y serán concedidas a los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Cristo, sean dispensadas por las manos y a través de la intercesión de María Santísima.

Santa María Mediadora de la Salvación. Ruega por nosotros. Amén.

"Y a ti, una espada te traspasará el alma"

Estimados hermanos, fieles y devotos, os transcribimos la homilía que nuestro párroco y director espiritual el Rvdo. Padre D. Santiago Correa Rodríguez, pronunció desde el altar mayor de nuestra Catedral, en la pasada Estación de Penitencia. Una bella catequesis, cercana y a la vez cargada de un profundo contenido teológico, en torno al evangelio de san Lucas de la Presentación de Jesús en el Templo y Purificación de Nuestra Señora:

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. 

Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor.
Queridos cofrades de la Hermandad del Nazareno Redentor del Mundo y Nuestra Señora Mediadora de la Salvación:

Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José junto con el Niño, se dirigen desde Belén a Jerusalén. Dos horas de camino con alegría e ilusión.

Jesús es el primogénito de María. La ley de Moisés exigía consagrar al servicio de Dios, al primer hijo. También la ley de Moisés prescribía la purificación de la madre a los cuarenta días del nacimiento de su hijo. Ni Jesús tenía que ser rescatado, ni María necesitaba ser purificada. Sin embargo, los padres de Jesús hicieron la ofrenda de los pobres.

Y fue en el templo donde tuvo lugar el encuentro con el anciano Simeón que, movido por el Espíritu Santo, toma en brazos al Niño y profetiza sobre su futuro: será el Salvador del Mundo, será la luz y la gloria de todos, pero también será el blanco de contradicción para muchos.

María y José estaban admirados por lo que se decía del Niño. Y es cuando Simeón los bendice y profetiza sobre la madre: una espada de dolor le atravesará el alma. En esta escena va a quedar establecido el futuro de Jesús como Redentor y de María como asociada a la suerte de su Hijo.

Pasan los años y aquel Niño, ya hombre, cumple con su misión de redimir al mundo. Y lo hace con su palabra, con sus milagros, con su bondad y con su entrega. Muere en la cruz para salvar a un mundo necesitado de redención. Él, como Redentor del Mundo nos muestra su cruz para que nosotros sepamos llevar la nuestra. Y Ella, la Virgen María, unida al dolor de su Hijo en la cruz, pasará de una maternidad física a una maternidad espiritual. Se convertirá en la madre de todos los creyentes en Cristo. Ella será el puente entre Dios y los hombres. Será la Mediadora de la humanidad ante Dios.

Ante la meditación de este relato evangélico, nuestra respuesta debe ser agradecer a Jesús por su infinita bondad rezándole un “Padre Nuestro”, y un “Ave María” a su madre por la celestial belleza de su corazón, como Mediadora de la Salvación.

Amén.

Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno Redentor del Mundo y Nuestra Señora Mediadora de la Salvación
Parroquia de San Patricio de Málaga

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